lunes, 12 de abril de 2010

TERREMOTOS EN AMERICA

Como ya es de amplio conocimiento público, tanto nacional como internacional, el pueblo de Haití ha sido desvastado por un terremoto de grandes dimensiones ahondando mucho más aún sus graves carencias de subsistencia al poseer el triste record de ser el país más pobre de América latina. Esta catástrofe ha dejado al desnudo la difícil situación de coexistencia de este pueblo que a lo largo de la historia ha sufrido el flagelo de la desgracia en todos los aspectos. Las víctimas de este seísmo ha superado ampliamente los 250 mil fallecidos, que se incrementará con la enorme cantidad de desaparecidos que no han podido ser localizados aún. Este pequeño país que, junto a la República Dominicana, conforman la antigua isla La Española, en pleno mar caribe, ha sido víctima por siglos del abuso, explotación, regímenes dictatoriales, abandono y niveles de pobreza difíciles de creer en los tiempos que vivimos. Le sirve de consuelo el hecho de haber sido el primer país en haber logrado su independencia en Latinoamérica, pero que jamás, este noble hecho, se ha visto reflejado en su desarrollo como una nación libre y soberana. Peor aún, hoy es el más pobre del mundo.

Iniciamos un ciclo de contactos solidarios en este año 2010, que la verdad sea dicha de paso, no ha comenzado con el mejor pie. Una vez más la naturaleza nos infringe un duro golpe al corazón, expresado en dolor, en desgracia y en desazón, por culpa del terremoto y posterior tsunami de la madrugada de 27 de febrero recién pasado. La fuerza indiscriminada de la naturaleza ha avasallado casi la totalidad del territorio nacional de una forma que no se puede comparar a nada que hubiese ocurrido en el pasado y mucho menos que esta fuerza natural se haya hecho acompañar por un tsunami con olas que superaban, fácilmente, los 15 o 20 metros de altura haciendo que nos sintiéramos aún mucho más pequeños ante la devastadora energía liberada por la tierra.

Las primeras horas del desastre nos sumieron en una verdadera vorágine de datos y noticias contradictorias que arrojaban una síntesis de hechos acaecidos en el país que no se correspondían, quizás, a la realidad de lo que en verdad estaba pasando en esos precisos momentos. Luego, cuando la luz del día, por fin se hacía presente, pudimos apreciar, a través de las primera imágenes que nos entregaba la televisión, la verdadera magnitud de lo que en verdad había ocurrido en la madrugada de ese día 27 de febrero, muy difícil de olvidar de nuestras memorias como ya ha pasado con otros hechos similares en el país. Un panorama desolador, yo diría que hasta apocalíptico, nos remontó en un breve espacio de tiempo a un pasado casi neolítico. Una vez cesada la furia sísmica, el país se dio cuenta que todo esos avances tecnológicos y vanguardistas de los que hoy nos jactamos de poseer con orgullo, de nada sirvieron en un instante de pánico y confusión. En un abrir y cerrar de ojos, el país quedó sumido en las tinieblas, sin luz eléctrica, gas, agua y la esencial comunicación telefónica. Nada de eso funcionaba para mayor desgracia ¿De qué sirve el progreso si no se puede utilizar en un momento de verdadera necesidad? Buena pregunta, amigos míos. Desgraciadamente desconozco la respuesta...



Pero, una vez más, hemos demostrado porqué somos de una estirpe solidaria fraterna. Así como en el pasado, hemos sido golpeados por otros terremotos, que no se podrán comparar con éste bajo ningún concepto, esta vez hemos vuelto a levantarnos y manifestarnos de mil maneras para ayudar a la reconstrucción del país. Somos una especie en vías de extinción, porque no tenemos término medio. Un día nos abofetea la desgracia y al día siguiente nos convertimos en ejemplo para muchos para los cuales somos la antítesis del dolor o la desgracia. O sea, levantamos el vuelo como el ave Fénix que resucita de sus propias cenizas para enfrentarnos de nuevo a la vida y reírnos de nuestras propias desgracias.

Todo el mundo ha manifestado su solidaridad con nuestro compatriotas que la están pasando muy mal al otro lado de la cordillera de los Andes. Si hasta algunos que nos tienen “ganitas” han aparcado las diferencias políticas y bélicas, para ayudarnos a superar este amargo trago con el que hemos comenzado a brindar en este 2010. Nadie está libre de vivir una acción telúrica de esta amplitud y mucho menos digerirla con la experiencia y valentía que posee nuestro pueblo. No es fácil aceptar que todo aquello que ha costado años de sacrificio y privaciones se encuentre en ruinas y que haya que demolerlo tan solo por tres pavorosos y míseros minutos de un capricho de la madre tierra.


Soy un convencido de que un hecho de esta envergadura no deja a nadie indiferente, no importa su condición, color o creencia religiosa o política. Aún a miles de kilómetros de distancia, la preocupación por saber la verdadera magnitud de un acontecimiento de estas características nos invadió a todos por igual. No es fácil mantener la calma en un estado de ansiedad e impotencia sin límites.

El sismo que ha sacudido al país de norte a sur, superó con creces al terremoto de Haití acaecido el 12 de enero recién pasado. El de Chile, liberó una energía equivalente a unas 118 veces superior al que afectó a Haití, esto está corroborado por organismos norteamericanos especializados en la investigación de estos fenómenos naturales ¿Se imaginan por un instante que esto hubiese ocurrido a la inversa?
Creo que en estos momentos estaríamos hablando de un Haití inexistente, porque si sus infraestructuras no fueron capaces de mantenerse en pie el 12 de enero, mucho menos les hubiera sido posible aguantar el ocurrido el 27 de febrero, con tsunami incluido...



Si hablamos de víctimas, las de Haití han alcanzado, hasta el instante en que les escribo la friolera cifra de:225.570 personas. En el de Chile, difícilmente se ha llegado a esas escalofriantes cifras, pero no por eso dejan de ser importantes y dolorosas. Muchas familias perecieron completamente aplastadas por el derrumbe de sus viviendas y otras vieron como a sus parientes eran tragados, literalmente, por el mar y de los cuales aún no han tenido noticias. En fin, no voy a comentarles algo de lo que estoy seguro ya están muy bien informados. Es que la verdad sea dicha de paso, nos cuesta asumir que esta desgracia aún ronda en nuestras cabezas y que no somos capaces de imaginarnos siquiera que haya ocurrido. Ha golpeado por igual a aquellos que el dinero no les falta como a los que ni por asomo les sobra o que carecen absolutamente de recursos.



Hemos sido testigos de la valentía de una niña que fue capaz de hacer sonar la campana del puerto de la Isla Juan Fernández, mas conocida en el mundo entero como la isla Robinson Crusoe, ya que el escritor inglés Daniel Defoe escribió la historia del marino Alexander Selkirk, abandonado en este archipiélago en 1704. Dicha niña tuvo la suficiente valentía como para avisar a todos sus habitantes de la presencia casi inminente de un tsunami, cosa que así ocurrió. La de un paramédico que vio desaparecer a gran parte de su familia, incluyendo a su mujer y a su hija tras las olas del tsunami en las costas de la octava región y, a pesar de toda esta desgracia junta, tuvo la fuerza suficiente para continuar con su tarea como especialista para ayudar a evacuar y cuidar a los abuelos de un hogar de ancianos. O aquel carabinero que logró avisar a casi la totalidad de los habitantes de la playa de Dichato ante la presencia de las gigantescas olas que amenazaban con devorar todo a su paso. Incluso, arriesgar su propia vida para sacar del agua a muchos que ya veían la luz al final del túnel. Estos son retratos anónimos de muchas personas, que se desvivieron para ayudar a quienes no conocían. De alguna manera contribuyeron a salvarlos de la muerte segura sin siquiera esperar recompensa por esa necesidad íntima del deber cumplido.

El camino de la reconstrucción será duro, interminable y penoso. Por culpa de este seísmo, se ha perdido gran parte del sendero recorrido. Nadie podrá discutir el inmenso avance que el país ha experimentado en estos últimos años, donde ha sido capaz de demostrar al mundo entero que existe un pueblo, al otro lado de la cordillera, que es un ejemplo de superación y de lucha ante la adversidad sin comparación alguna. Porque han alcanzado un nivel social, político y económico indiscutible en nuestra bicentenaria historia. Que el progreso demostrado es evidente con una visión de país moderno, dinámico, abierto a las tecnologías de vanguardia y que continúa a la saga de aquellos que dicen pertenecer al primer mundo en este planeta tan pequeño.

Hoy en día, en casi todo el mundo, se preparan o ya se han llevado a cabo actividades de solidaridad con Chile y también con Haití. Muchos son los que se han comprometido con la idea de ayudar a la reconstrucción de ambos países desvastados por la furia de la naturaleza. Entre todos estos, nos incluimos los que hemos impulsado esta iniciativa aquí en la ciudad de Zaragoza, ya que junto a un grupo de amigos muy ligados al mundo de la cultura, la música y el espectáculo, apoyados por la incansable Cruz Roja y una enorme cantidad de asociaciones y grupos étnicos, intentaremos aportar nuestro granito de arena, en la preparación de un espectáculo al que hemos titulado: Festival Cultural Solidario “Solidari_Z_arte 2010”. Esperamos, de todo corazón, poder realizar una buena labor solidaria para ayudar a los damnificados.

No olvidemos a aquellos que lo han perdido casi todo... Porque aún les queda el orgullo y la dignidad para seguir luchando por sobrevivir.

¡¡LOS INVITAMOS A TODOS USTEDES A UNIRSE A ESTA CRUZADA!!
¡¡NECESITAMOS VUESTRA PRESENCÍA Y APOYO!!

Luis Cisternas Vega (Civelus)

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